Me admira la vejez que se presume,
el paso torpe de la mujer anciana
que se engalana
y adorna la senectud
con joyas y oropeles.
Perfuma el fracaso, ya incontestable,
del cuerpo con caras colonias
y camina no coqueta,
pero si altiva
con la seguridad que da
no tener nada que perder
salvo la vida.
viernes, 8 de junio de 2007
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