viernes, 27 de enero de 2006

Zyclon B


Los que rasgaron los muros de Oswiençin
merecen la paz y la venganza.

Nunca tuvo la muerte tanto miedo
como a la sombra de los árboles de Birkenau.

Hoy llora arrepentido hasta el diablo - no así el hombre –
blasfemando contra el cielo y gritando
¿Dónde estaba dios cuando ocurrió?
¿Son ahora más inocentes los gusanos
que habitan sus bocas?

Se retira, avergonzada, la bruma del olvido
que envolvía la montaña de equipajes,
los enseres, las gafas, los zapatos, el pelo…

¿Cómo fue posible tanto dolor?

No, no fue posible…
y sin embargo
fue.

El animal enjauló al hombre
y la bestia que intuimos en cada ser
se reveló más voraz y más cruel
devorando la fe en lo humano,
demostrando lo inútil de lo humano.

Aún quedan restos de piel en sus muros,
y las lágrimas en las siniestras torretas
donde el centinela cerraba los ojos
y apretaba el gatillo rezando.

Cada piedra que recuerdo
tenía un nombre y una mirada
y el rastro de las manos
que se apoyaron contra ellas.

La vida y la muerte
distaban el grosor de los muros
el espacio entre el barrote y el aire
del cañón a la culata de la Luger.

¡Nunca más¡, gritan sus hijos
¡No debió ser!, claman sus muertos.

Pero fue.

La postal en blanco y negro que recuerdo
debería bastar para quemar los tanques
y abrazar la hierba.

Pero no será.

viernes, 20 de enero de 2006

Reverencia

Para Celia



A los que mueren por estar vivos
A los que están locos por no matar
A los tristes que ríen por no llorar
A los moribundos que reniegan del cielo

Reverencia

A los que beben güisqui con duelo
A Caín cuando gratis besa a Judas
Al misterio que muere cuando te desnudas
Al solar inculto que siembran tus pasos

Reverencia

A las promesas de carmín de los vasos
A la inconsciencia de morir de amor
A la noche en la trinchera del dolor
Al sincero hasta luego del cadáver

Reverencia

Al puedo y no quiero que pudo ser
Al cuerpo a cuerpo de la herida por el roce
Al silencio que no mueren por las voces
Al suspiro calcinado por el grito

Reverencia

Al cansancio del aire que no agito
A la verdad que me reservo como excusa
A los botones que le sobran a tu blusa

Al dios que por gloria engañó a todos
Al humano que por nada se vendió
Al que miente sonriendo en el patíbulo
A ti, a mi, a nosotros, a los dos.

Reverencia.

Amor impuro

Tu me enseñaste
que el amor es un don divino
que se envilece con lo humano.
Ahora sumo cada noche
las miradas que te dan la razón.

Espero que no me perdones,
significaría que soy culpable.
Y mientras me borras en tu piel
buscaré nuevos lienzos para mi lengua.

Te buscaré a tí,
con la eperanza de no encontrarte.
Me buscaré a mi,
ccon el ánimo de perderme.

Fin de fiesta

Es esperarte despacio
lo que no perdono al tiempo.

Dime compañero,
cuantas veces has besado el suelo.
Dónde quedó tu rostro
tras el diluvio de la noche.
Qué fue de la mujer
que te amó incluso al despertar.

Me siento como el angel herido
que se niega a caer,
que se aferra al filo de la nada,
arrastrado por la rabia de la vida
embriagado por la esperanza
de una noche sin fin,
convencido de que la resaca
forma parte de la fiesta.

Pero es mentira
la muerte me lo dijo.

martes, 17 de enero de 2006

Destreza

Destreza de esgrimista borracho
en la lid de la esperanza.
En la fe del moribundo
acaba la nada que abrazamos.

Nosotros


Nosotros que no heredamos la ignorancia
sino el dolor de la lucidez,
que deportamos a la muerte con el fracaso.

Nosotros que no necesitamos luchar para perder
desertores de todas las batallas
nos atrincheramos en los brazos de la Venus.

Nosotros que conocemos la distancia al suelo
que merecemos las piedras con las que tropezamos,
sabemos que el golpe, una vez más, será en la herida.

Nosotros que cercenamos el intuido destino
cerrando con un portazo la inmortal memoria
abriendo a patadas la mentira del olvido.

jueves, 12 de enero de 2006

Viaje al maldito subconsciente


Dejadme que os hable de la muerte, del dolor, de la destrucción del alma, de la aniquilación de las mentes.
Hablemos de ese sotano oscuro, de ese calabozo donde desterramos todas nuestras derrotas y tras enfundarlas una mascara de hierro dejamos que el tiempo las pudra.
Hablemos del subconsciente. De ese recóndito lugar donde encerramos todos nuestros fantasmas, donde almacenamos todas nuestras miserias. Ese basurero ruin y banal donde nadie de atreve a revolver porque su olor nos produce nauseas.
Allí donde dejamos olvidada toda nuestra hipocresía, todas nuestras bajezas, nuestros instintos más básicos y crueles son encerrados en esta habitación lúgubre y su llave tirada al mar.
Durante años vivimos ajenos a la podredumbre que poco a poco va corroyendo el alma.
Nos olvidamos de todo aquello que condenamos a esas galeras infernales, sin darnos cuenta de que en el interior de nuestra existencia, en el sancta santorum de nuestra mente está germinando la más devastadora de las revoluciones.
Sus hordas asesinas reducirán a escombros el ya de por si ruinosos edificio de nuestros sentimientos. Todas nuestras creencias se vendrán abajo como un castillo de naipes. Nuestros instintos se verán a la deriva, entregados a una tormenta destructora, llevados sin voluntad a un naufragio irremediable.
Todo lo que tomábamos como firmes pilares de nuestro ser interior, aquello de lo que nunca podríamos dudar que fallaría, se desplomará sobre nuestras cabezas aplastando todo en lo que confiabamos.
Y demolidas las paredes que mantenían cautivos a todos nuestros fantasmas, estos asesinarán el cuerpo.
Hipocresía, asco, dolor, muerte, destrucción, sangre, violencia.... todo saldrá al exterior en una vomitona repugnante de un ser que no puede ya escapar de las garras de la muerte.