domingo, 6 de marzo de 2011

Demasiado tarde

Alguien equivocó mi nombre al llamar a la puerta. Era aún de madrugada.
No me buscaban a mi, pero a pesar de todo me despertaron. Tuve que abrir la puerta.
La luz del pasillo era un fluorescente titilante; o eso o es que era tartamundo o tal vez tímido.
"El señor Gonzalez supongo. Siganos". Me invitaron a cruzar una puerta.
Tras ella se hizo tarde para gritar.
Debí haber informado antes de que yo no era el señor Gonzalez...
pero claro, una vez que mi sangre brotaba,
mi versión ya no era creible.

Intento escribir...

Intento escribir, y no puedo...
Se me agolpan las ideas en la mente
y mueren aplastadas contra las puertas.
Alguien bloqueó la salida de emergencia.

Intento escribir, y no quiero...
En realidad no quiero estar aquí,
no lo necesito, no me hace falta
este deambular errante en circulos.
No es caminar, es errar. Confundirse,
pensando que andar hacia atrás es avanzar.

Intento escribir, y no lo siento...
Nada parece sublevarme, no me altera
el tiempo muerto que gasto en no hacer nada.
No me inquieta ya el hedor a cadaver
de las manecillas del reloj,
de ese segundero que se ha parado,
o es eso, o soy yo el que está muerto.

Intento escribir, y no lo entiendo...
No me explico a mi mismo como he llegado aquí.
Para qué esta travesía, si nunca intenté una fuga
digna de llegar a ningún sitio,
nunca quise escapar de nada, porque no tenía donde ir,
donde descansar de dar explicaciones.

Intento escribir, y no me muero...
No encuentro el momento de desaparecer,
de salir por fin, de la rueda a la que atadao permanezco
y que cuando baja me aplasta contra el suelo
y si sube me deja colgado en el abismo.

Intento escribir, y no me recupero...
Es un exorcismo esto de juntar palabras.

La canción mas dudosa del mundo...

Yo quería escribirle al desengaño que llena los bares,
al cansancio, al sudor, al cigarro de después, a mujeres infames.
Al tequila en la grata boca de labios presentes,
a la ignorancia bendita del infiel entre ausentes.
Al ladrón marrullero que nunca le apresan,
al que compra ida y vuelta y nunca regresa.
A la huella que deja en los labios un vaso,
al callejón sin salida por el que siempre paso.

Mi Terelu, mi Vane, mi Mari...
las damas no insisten.

Mi silencio de acordes en calles vacias
mi tercio de Mahou, mis certezas, mis utopias.
A los dieciseis pensé que el cielo no abria.
Mi cansancio de todo, mi poema profundo,
mi camino mojado hasta el fin del mundo.
Yo también quise siempre escribir
la canción más hermosa del mundo.