La aventura de la vida exige morir mil veces
y oscilar incierto entre el heroismo y la estupidez.
Contar los pasos que me separan del plenilunio,
acariciar la marea del asfalto que me rodea
y no sucumbir a las dádivas sirénicas del mundo de neón.
El salto que nos ofrecen, entre risas,
hacia el abismo del sofá de eskay
y la embrutecida cultura de la ambición.
Eso no es para mi.
No debería serlo.
No quiero que lo sea.
sábado, 25 de marzo de 2006
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