viernes, 11 de noviembre de 2005

Confusionismo


Basta de certezas henchidas de si mismas,
no merecemos el resplandor de lo inmutable.
La inmersión en las estrellas
ha de hacer salta por los aires lo apolíneo,
su precipitación sublime hacia la nada.
Amamos el orden sin jerarquías,
esa ciencia ilógica que es la vida,
la verdad que empieza en el principio de incertidumbre.
Queremos lo inexplicable como apoyo para mover el mundo,
destilar la duda final, no meridiana,
el exceso de la calma es nuestra sabiduría.
Rozaremos al caer, con nuestras alas de cera derretidas,
el trono que la razón nos negó con incuestionables argumentos
y en el espacio infinito de nuestra duda
levantaremos un gran cero como sumatorio de todo.
No somos dueños de nuestra piel,
ni de los rayos de sol que la acarician
nuestro patrimonio es más modesto
tan sólo la certeza de un mañana que esperamos ansiosos
para recibirlo con desdén.

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